No podemos evitarlo. Vamos por la calle paseando tranquilamente, vemos un macho que pasa a nuestro lado, y se nos va la vista aunque no queramos hacia su culo. Lo mismo pasa en playas, piscinas, en las duchas o en la sauna. El culo es una parte de la anatomía masculina que nos hipnotiza sin remedio.
Porque no hay nada más atractivo que admirar el culazo de un tiarrón marcando curva en unos jeans, en un bañador o en un boxer, por no hablar de esos glúteos duros y redondos que sobresalen en los siempre sugerentes jockstraps.
El caso es que esa parte del cuerpo nos atrae sin remedio, despertando el morbo y nuestros más bajos instintos. Pero parte de esa atracción es algo más que un mero sentimiento erótico. Hay estudios científicos que demuestran que esos músculos, pieza clave en la habilidad del ser humano para correr o caminar, están presentes en nuestra conciencia colectiva como un elemento más en la diferenciación de los machos triunfantes y supervivientes que han permitido la evolución de nuestra especie.
Diciéndolo en otras palabras. Nos llama la atención los traseros desarrollados porque en el pasado, cuando los humanos todavía eran cazadores-recolectores, porque en aquel momento, tener un buen colo era una señal de que esos machos eran mejores cazadores, al aguantar mejor las carreras que tenían que echarse para alcanzar a sus presas.
Así que ya sabes, la próxima vez que te fijes en un culazo de impresión en las duchas, en los vestuarios de cualquier parte de nuestras saunas gays, recuerda que esa atracción viene del instinto de supervivencia humano desde hace miles de años.